sábado, 17 de marzo de 2012

La seguridad industrial y la función cognitiva


Las empresas se esfuerzan en dar cumplimiento a las normas de seguridad, colocan carteles de advertencia en lugares con diferentes niveles de riesgo, dotan a su personal con los equipos que requieren, cuidando la calidad de los mismos, a fin de ofrecerles la seguridad propia de sus actividades, ofrecen cursos de actualización e implementan niveles de seguimiento y supervisión.

Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, los incidentes ocurren y algunos, desafortunadamente, terminan en accidentes.

Si bien es cierto que existen organizaciones cuyas estadísticas demuestran importantes períodos de pulcritud en el desempeño de sus actividades, no es menos cierto que el desgaste en el seguimiento y la supervisión son altos y repetitivos, requiriendo de muchas horas y esfuerzos para garantizar tales periodos.

No es común que se establezcan los costos reales que representa el seguimiento constante en horas hombres y recursos, cantidades que podrían ser utilizadas para otros aspectos del aseguramiento de la seguridad y el correcto desempeño de los empleados en las diferentes áreas de la empresa. Y sí, ese es un accidente con heridos que la empresa enfrenta de manera virtual y silente.

A ello se le debe sumar el riesgo permanente por causa de la “seguridad” que genera la “seguridad” pues una vez que los procesos parecen cumplir con los requerimientos propios de un desempeño limpio y concienzudo, aparecen los accidentes por el exceso de confianza.

Las empresas se enfocan en los requerimientos legales, en la normativa existente y en la experiencia de expertos para evitar que los accidentes ocurran, se esfuerzan más que en otros procesos porque no sólo conocen el alto precio que habrían de pagar si un evento no deseado ocurre, sino las consecuencias que en la “memoria colectiva” de la empresa generará, por eso ofrecen “instructivos” y desarrollan campañas constantes y repetitivas para mantener la atención puesta en el trabajo y sus riesgos, más aún así los accidentes continúan apareciendo en la escena laboral.

Si bien no puede obviarse la naturaleza humana y resulta utópico imaginar que los accidentes pueden evitarse por completo, aún cuando es completamente posible hablar de empresas sanas; una de las principales causas de las fallas en la  prevención de accidentes, y en la seguridad industrial en líneas generales, se encuentra en que la empresa se ubica en lo obvio y casi todas las asesorías y cursos también lo hacen. Lo mismo ocurre en los eventos de adiestramiento en seguridad, la mayoría de ellos se concentran en el aspecto visual y auditivo, aglutinando todo lo que ello significa en ambos sentidos. Si bien esos esfuerzos realizados hasta ahora son loables, la experiencia ha demostrado que hacer uso únicamente de esos dos sentidos en la lucha por lograr la seguridad, resulta ineficaz y su impacto es efímero por lo que requiere de reforzamiento constante y mucha supervisión.

La creación de una consciencia orientada a la seguridad no puede limitarse a dos sentidos únicamente, tampoco puede interpretarse que se harán uso de los restantes de la manera tradicional como lo hacemos en el diario acontecer, es por ello que, para ampliar nuestra limitada visión de las oportunidades que se poseen para comunicarse, se hace necesario introducir en el pensamiento general de la seguridad industrial lo que se conoce en la psicología como La Función Cognitiva.

La función cognitiva consta de diez pasos y su aplicación está orientada principalmente al aprendizaje y a los estudios relacionados con la perdida de la capacidad cerebral, como ocurre con el Alzheimer, pero en esta propuesta debe ser observada como una herramienta para la instauración de procesos, planes y hábitos de seguridad industrial y para el desarrollo de la salud ocupacional.

Veámos.

El primer paso es la Percepción. Si bien creemos que resulta obvio y básico, la percepción es uno de los elementos que pueden ayudar a construir una idea o bloquearla. En el caso de la seguridad industrial la percepción juega un papel determinante. Una de las limitaciones que los planes y proyectos de seguridad enfrentan se encuentra en la manera en que los mismos son percibidos, pues en la mayoría de los casos, si no en todos, los empleados o responsables de llevarlos a cabo no lo observan como una genuina muestra de interés por el bienestar colectivo sino la respuesta a la normativa legal existente y la necesidad obligación de cumplirla. Buena parte de los cursos, talleres, charlas y sus derivados exponen con detalle los cuidados que la empresa requiere que se consideren en la ejecución de los procesos y, aún cuando se destacan los efectos físicos que puede poseer un incidente o una lesión, el mensaje que queda grabado en el subconsciente del colectivo es que la empresa no los está cuidando a ellos sino a sus propios intereses, cuando sabemos que no es así, al menos muchas organizaciones. Es por ello que el manejo de la percepción se hace prioritario, pues enviar el mensaje correcto no es suficiente, debe ser percibido también correctamente.

El segundo paso es la Atención: En esas actividades educacionales se logra una atención efímera que requerirá de constante supervisión y seguimiento por la ausencia de enlaces y la percepción que resulte de las mismas. La atención es el resultado de conexiones entre lo que se expresa y lo que se piensa y cómo se percibe, si el empleado no logra esa conexión la atención se enfocará en lo que lo que cree que la empresa espera de él y no en lo que debe esperar de sí mismo.

El tercer paso es la Observación: Si durante los procesos anteriores la empresa hace énfasis en la importancia de la gente y el efecto que ello puede producir en su seguridad, pero no logra enlazarlo con la realidad que se observe en el día a día, la conexión no sólo se perderá sino que cada vez se hará menos posible lograrla pues lo que se dice no coincide con lo que se vive y ello genera rechazo y resentimiento. Si el empleado percibe que la empresa está más por el cumplimiento de la norma que por su bienestar, enfoca su atención en ello y si para colmo, observa indicios de que lo que percibe es correcto, continuará ejerciendo la labor pero sin vincularse emocionalmente ni con lo que hace ni con la empresa.

El cuarto paso es la Imaginación: Si por el contrario, la empresa logra enlazar los pasos anteriores en perfecta armonía y fortalece la conexión necesaria, será mucho más fácil para el empleado crear una imagen mental que le proporcione elementos necesarios no sólo para prevenir los incidentes sino para ofrecer perspectivas distintas a las tradicionales para dar respuestas a situaciones existentes en los procesos que realizan. Esto significa el involucramiento por entendimiento y no por repetición.

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